Centro Nacional de Desarrollo e Investigación en Tecnologías Libres, Mérida, Venezuela1
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Esta obra está bajo licencia CC BY-NC-SA 4.0
El escritor Dominique Vinck, quien es miembro del Instituto de Ciencias Sociales de la
Universidad de Lausana, esboza un análisis novedoso para la comprensión de las humanidades
en el ámbito de lo informático, proponiendo tres preguntas generadoras para enmarcar su
obra ¿Qué son las humanidades digitales?, interrogando a continuación ¿Para qué sirven las
humanidades digitales? y posteriormente plantea si hay sobre el ámbito tecnológico un ¿Temor
fundado?.
Prosigue, mostrando el contexto mundial de la temática y finalmente presenta sus
conclusiones. En lı́neas generales estos son los aspectos abordados por el intelectual belga en el libro: “Humanidades Digitales: La cultura frente a las nuevas tecnologı́as”, que originalmente
fue publicado en el año 2018 bajo el tı́tulo “Humanités numériques” por la editorial parisina
Le Cavalier Bleu.
Se explica en el texto que quienes conceptualizan las humanidades digitales las perciben
como una multiplicidad de disciplinas cientı́ficas que contienen, examinan y representan las
complejas dinámicas socio/culturales del pasado, presente y las que emergen, apoyándose en
sistemas informáticos y el cálculo. Por tanto, hay una transformación del humanismo que
tiende a lo digital, lo que podrı́a crear las condiciones para una nueva civilización, conteniendo:
categorı́as, valores, relaciones, objetos, representaciones, territorios y prácticas propias. Pero lo
digital no debe llamar a engaños, ya que la tecnologı́a está compuesta de técnicas corporales,
interfaces, plataformas, servidores de datos e infraestructuras que se vuelven más voluminosas
en lo fı́sico y energético con el pasar de los años.
Al respecto, para comprender a fondo: ¿Qué son las humanidades digitales?, se valora el
hecho de la desmaterialización del patrimonio cultural, lo que ha marcado una distancia sobre
la digitalización, en gran medida por la importancia tanto de la materialidad como de sus
rasgos nemotécnicos, simbólicos e identitarios. Por ello, aspectos como la autenticidad y la
integridad de una herencia pueden redefinirse si la desmaterialización relativiza su dimensión
material.
Asimismo, el escritor discute que las humanidades digitales sean enmarcadas en un
asunto de hombres de letras que juegan a ser geeks (persona fascinada por la tecnologı́a y la
informática), expresando que el humanista no se ha convertido en un programador, más allá
de su fervor por el código para la investigación crı́tica de textos, la historia, las culturas y los fenómenos sociales. Sin duda, estos temas dan pie a muchas interpretaciones, especialmente
porque las humanidades digitales al ser un efecto de la Internet tiene adosada una dislocación
de los tiempos, que conducirá a los historiadores de la contemporaneidad a fuentes como
bases de datos, software, millones de correos electrónicos, mensajes de Twitter, vı́deos cortos y
protocolos informáticos, lo que amerita nuevos métodos y habilidades. Lo anterior demuestra
que en el caso de cualquier estudio antrópico, las humanidades digitales no están divorciadas
de las ciencias sociales, acotando Vinck (2018): “Más fundamentalmente, las transformaciones del mundo con lo digital son una oportunidad para comprender con más profundidad lo que somos como especie humana, sacando provecho de la diversidad y la proliferación de las singularidades sociodigitales” (p. 64).
Prosigue el intelectual del noroeste europeo con otra pregunta: ¿Para qué sirven
las humanidades digitales? Inicia este abordaje deliberando sobre la posibilidad que las
humanidades clásicas sean salvadas por las digitales donde los objetos, datos y conocimientos
son más atractivos y accesibles al público en general. Pero, aunque no hay garantı́a que el
potencial tecnológico ayude a salvar a las humanidades, es plausible que puedan coadyuvar a
democratizar el saber, la cultura y el acceso al patrimonio cultural, ya que la desmaterialización
propia de la digitalización posibilitarı́a que los contenidos de los libros, el conocimiento y las
representaciones de los objetos culturales sean accesibles con una simple conexión a Internet,
pero advierte Vinck (2018): “Lo digital abre muchas oportunidades para evolucionar hacia
la democratización del conocimiento, pero las dinámicas sociales, económicas y tecnológicas
pueden conducir a la creación de nuevas barreras” (p. 78). Tal vez, exista la probabilidad que
las humanidades digitales ayuden a un diálogo entre los pueblos y las culturas, permitiendo
la comprensión del patrimonio cultural, estimulando la imaginación con la creación de
herramientas de colaboración e intercambio, teniendo presente el acceso libre y abierto a los
datos y algoritmos.
Seguidamente en el texto se hace una nueva interrogante: ¿Temor fundado? No son pocos
los que dudan de la fiabilidad de los sistemas digitales para la conservación a largo plazo,
debido a los costos y el riesgo de pérdida, pudiendo poner en peligro lo que se preservará
para las generaciones futuras. Por otra parte, se discute acerca de cómo la digitalización
podrı́a conllevar a la muerte del libro y las bibliotecas, dejándose claro que más allá de los
procesos informáticos el libro sufre porque la lectura disminuye con relación a otras prácticas
culturales. En esa misma lı́nea analı́tica, se incorpora el posible reemplazo de los investigadores
de las ciencias humanas y sociales por las tecnologı́as digitales, exponiendo el autor que éstas
deberı́an mejorar nuestra comprensión de la humanidad y no amenazarlos.
En la parte culminante del libro se presenta una mirada panorámica sobre las humanidades
digitales en el mundo, señalando los posibles peligros de despojo al Sur de su patrimonio
cultural, como subraya Vinck (2018): “[...] la propiedad intelectual y los datos obtenidos en la búsqueda son propiedad de los investigadores o sus instituciones, y no de esas comunidades” (p.
126). De tal manera, está latente el escenario que las humanidades digitales abren inesperadas
brechas, al ser un recurso que marca una diferencia, conduciendo a nuevas divisiones en la
sociedad. También, se toca la hegemonı́a del inglés, que podrı́a pasar a ser cosa del pasado en
el mundo digital, porque la diversidad lingüı́stica es cada vez mayor:
En el año 2015, si bien el inglés sigue imponiéndose con 850 millones de usuarios en Internet, su peso relativo pasa del 75 % en 1998 al 45 % en 2008, y al 26 % en 2015. El chino le sigue de cerca (21,5 %), con un crecimiento fuerte. Luego vienen el español (7,5 %), árabe (4,8 %), portugués (4 %), japonés (3,5 %), ruso (3,2 %), malayo (2, 9 %), francés (2, 8 %) y alemán (2, 6 %). (Vinck, 2018, p. 130).
No obstante, hay muestras actuales que denotan la baja diversidad lingüı́stica, como se observa con el proyecto Gutenberg, donde de manera avasallante para el año 2011 la mayorı́a de los textos digitalizados eran en inglés. Para concluir, en el libro se remarca que las humanidades digitales no son una apasionante aventura de literatos informáticos, debe considerarse un reto para la sociedad en cuanto a la cultura digital y la nueva humanidad que queremos construir.
Vinck, D. (2018). Humanidades Digitales: La cultura frente a las nuevas tecnologı́as. Gedisa Editorial.