Universidad Bolivariana de Venezuela, Guárico, Venezuela1
fehernandez@ubv.edu.ve1
Fecha de recepción: 15/03/2023
Fecha de aceptación: 24/03/2023
Pág: 86 – 98
América Latina marcó un ı́ndice de Gini de 0,46 en el 2017 y es considerada la
región más desigual del mundo, pero esta caracterı́stica proviene de las ingentes
tensiones polı́ticas, económicas, culturales y sociales a la que ha estado sometida
en los últimos 570 años y sobre manera después de la mitad del siglo XX, con
énfasis en el Consenso de Washington. La dialéctica de la desigualdad atraviesa el
Estado, el mercado y la sociedad y, se construye en el territorio. Este ensayo fue
realizado por arqueo documental, en páginas especializadas e ı́ndices de relevancia,
Scielo, Elsevier, Cambridge Core y el motor de búsqueda Google Académico. Los
filtros aplicados fue con operadores booleanos AND y OR, utilizando palabras
claves. Se concluye que la desigualdad es un aspecto multifactorial, que se genera
en una dialéctica de la desigualdad entre el Estado, el mercado y la sociedad en
general, de tal manera que actuando de forma aislada no tienen la capacidad de
alcanzar mejores condiciones igualitarias para la sociedad en colectivo. La ciudad
en la modernidad es un marco ilusorio de las sociedades, y llega a tener un valor
social. Por tanto, es inevitable una reconfiguración de las ciudades, sobre todo en
América Latina que sumen para alcanzar un mejor desarrollo local.
Palabras clave: ciudad, desarrollo, desigualdad, estado, sociedad, territorio.
Latin America marked a Gini index of 0.46 in 2017 and is considered the most
unequal region in the world, but this characteristic comes from the enormous
political, economic, cultural and social tensions to which it has been subjected
in recent years. 570 years and well after the middle of the 20th century, with an
emphasis on the Washington Consensus. The dialectic of inequality crosses the
State, the market and society and is built in the territory. This essay was carried
out by document archiving, in specialized pages and relevance indices, Scielo,
Elsevier, Cambridge Core and the Google Scholar search engine. The applied
filters were with AND and OR boolean operators, using keywords. It is concluded
that inequality is a multifactorial aspect, that a dialectic of inequality is generated
between the State, the market and society in general, in such a way that acting in
isolation they do not have the capacity to achieve better egalitarian conditions for
society. collective. The city in modernity is an illusory framework of societies, and
comes to have a social value. Therefore, a reconfiguration of cities is inevitable,
especially in Latin America that add up to achieve better local development.
Key words: city, development, inequality, society, state, territory.
Esta obra está bajo licencia CC BY-NC-SA 4.0
La desigualdad social y económica es omnipresente en las sociedades humanas modernas,
y por tanto tiende a relacionarse con consecuencias perjudiciales para el medio ambiente, la
estabilidad de los sistemas polı́ticos y económicos y, el bienestar de las personas (Haynie et al.,
2021). Sin embargo, esto no ha sido siempre ası́ en parte de la historia humana en cuanto a
grupos a pequeña escala. De tal manera que en la historia contemporánea hay un reforzamiento
institucional y social de estos hechos.
Indistintamente, sobre las distintas teorı́as o estudios sobre la posibilidad de sociedades
iguales en algún momento de nuestra existencia; hubo al menos el deseo y abrigado la
esperanza de que ası́ lo fuese, y esto aparece verbalizado o escrito en fuentes tempranas que se
han encontrado en diferentes partes del mundo. Es posible que estos deseos de igualdad sean
producto de la búsqueda consciente o inconsciente de erradicar las causas fundamentales de
conflictos de competencia, información entre grupos y ventajas que surgen en las relaciones
sociales.
En tal sentido, han existido reglas y/o normas sociales y culturales para mitigar el fenómeno
de la desigualdad en distintas sociedades y están registradas en documentos, cómo es su modo
de vida. En términos generales se basan en una ideologı́a polı́tica con sanciones positivas y
negativas, en beneficio de mantener alejado del espectro social la desigualdad, de manera que, se moldea el comportamiento humano del dı́a a dı́a, con interacciones diarias, en patrones
de comportamiento y habilidades entrenados de manera regular y persistente (Artemova, 2020).
América Latina sigue siendo la región con mayor desigualdad del mundo y una tasa de
crecimiento relentizada, para 2019 el ı́ndice de Gini promedio en la región es de 0,46 el cual
ya presentaba un estancamiento en su tı́mida reducción desde el 2017 (CEPAL, 2020). Las
mayores desigualdades se relacionan con las diferencias en las oportunidades de lograr los
objetivos propios, por eso el tema de las capacidades es fundamental. Para Sen, la igualdad
polı́tica es fundamental para poder alcanzar la igualdad en otros terrenos (Sen, 2000).
Después de los fallidos planes de recuperación de Europa, posterior a la Primera Guerra
Mundial y, por tanto, la crisis financiera y económica conocida como la “gran depresión”
los Estados Unidos toma aprendizaje para el andamiaje en polı́ticas públicas que pondrá
en marcha luego de la Segunda Guerra Mundial, toma notable ventaja sobre el desbastado
territorio europeo y asume el liderazgo del Nuevo Orden Mundial para el entonces (Aparicio,
2013).
El rol de América Latina ha sido en términos generales un territorio de exportación de
alimentos y materias primas, de tal manera que su enganche a la economı́a mundial ha estado
supeditada a esa infraestructura y tecnologı́a, que además en concordancia con la historia de
colonización e imposición de modos culturales y relaciones sociales esta incorporación en el
desarrollo económico ha sido con una marcada desigualdad, que radica principalmente en la
tenencia de tierras y/o usufructo de ellas, la CEPAL (1951) señala que:
La América Latina ha entrado, por tanto, en una nueva fase del proceso de propagación universal de la técnica, cuando esta dista mucho aún de haberse asimilado plenamente en la producción primaria, pues como acaba de anotarse, los nuevos procedimientos de producción penetran preferentemente en las actividades relacionadas, en una forma u otra, con la exportación de alimentos y materias primas (p. 4).
En tal sentido, una región sin la madurez y cohesión necesaria para dictar polı́ticas
publicas acorde a los acontecimientos, se ve beneficiada en la inyección de capital, maquinaria
y tecnologı́a fundamental para desarrollar los espacios de extracción primaria requeridos o
de mayor ventaja para surtir las demandas ingentes del mercado norteamericano y europeo,
principalmente. Pero, de la misma manera quedan aisladas y con una brecha de desigualdad
sustancial entre este tipo de regiones o paı́ses enteros.
De tal manera, a medida que fue creándose técnica e incorporando tecnologı́a y mejorando
la productividad agrı́cola, en la misma proporción va creando un excedente humano que por
las fuerzas de los elementos va trasladándose a la industria, a los centros de transformación
de materias primas, a las ciudades, donde no tienen las capacidades técnicas para insertarse en ese tejido social y va creándose otro tipo de periferia, ya no global (que lo padece América
Latina) sino local.
En tanto que, hablar de desigualdad no solo está referido al término económico, que
es donde más se asocia por su facilidad de medición y estandarización de los organismos
internacionales y nacionales. Pero, ¿dónde surge la desigualdad?, es decir, se pueden ver
las consecuencias de la desigualdad, expresadas en las distintas escalas de las instituciones
para ello, ahora bien, ¿quién es la causa? Acá aparecen tres entes; el Estado, el mercado y
la misma sociedad. Y esto ha sido un espacio de debate por mucho tiempo en la historia
contemporánea. Algunas organizaciones pugnan por minimizar el Estado, ya que es el principal
creador de desigualdad con sus polı́ticas populistas y sı́ntomas de corrupción. Otros señalan
al mercado como causante de explotación en el trabajo asalariado y el acaparamiento de
oportunidades ya que producen la riqueza de unos pocos y la miseria de muchos. Y, por último,
otros creen que la sociedad está plagada de relaciones sociales de discriminación (Ziccardi, 2008).
En tal sentido, la dialéctica de la desigualdad atraviesa a todos: el Estado, el mercado y
a la sociedad misma. El mercado de la actualidad puede generar oportunidades para todos
en la sociedad, pero a la vez excluye a los menos productivos o los que tengan menos acceso
a la información; por otro lado el Estado es un garante de la igualdad entre los ciudadanos
y ante las instituciones; por ejemplo, el artı́culo 1, 2 y 3 en la Constitución de Venezuela
(Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (CRBV), 1999), de hecho es uno de
los grandes avances de los Estados modernos, sin embargo, la redistribución de riquezas y
polı́ticas sociales pueden producir mayor desigualdad, también los Estados generan fronteras
de exclusión, por ejemplo, entre migrantes y nacionales (Ziccardi, 2008). Y, por último, en
las relaciones sociales diarias también se genera exclusión entre los mismos de una sociedad,
étnica, racial o de género, son algunos ejemplos de la modernidad.
En consecuencia, actuando por separado el Estado, el mercado o la sociedad no se pudiera
alcanzar la tan anhelada igualdad. En diferentes ámbitos, como el mercado, el Estado y la
sociedad civil, se pueden observar tanto la presencia de igualdad como de desigualdad, lo cual
puede influirse mutuamente y crearse inequidades. Sin embargo, también pueden surgir desfases
y tensiones entre estos procesos.
El desarrollo de América Latina ha sido tema de recurrente discusión en los organismos
internacionales y en los espacios académicos, al menos desde 1950 y con mayor énfasis en el
contexto del Consenso de Washington en la década del 90. Entendido ahora como concepto
polisémico la desigualdad en el desarrollo de esta región ha sido un constante desafı́o, producto
en parte de su misma conformación como espacio geo-territorial. Pero la desigualdad no
se limita al problema de tener más o menos dinero en el bolsillo; sino, como señala Göran Therborn en su obra “la desigualdad mata”, es un ordenamiento sociocultural que reduce
nuestras capacidades de funcionar como seres humanos, nuestra salud, nuestro amor propio,
nuestro sentido de la identidad, ası́ como nuestros recursos para actuar y participar en este
mundo”(Paolasso, 2020, p. 9). Al igual que ocurre en todas las formas de organización social y
cultural, es posible identificar manifestaciones territoriales en cada una de ellas.
La era del desarrollismo o el éxtasis de la teorı́a de dependencia, visto desde sus seguidores
fue el enganche de la región a través de la industria a la economı́a global, pero desde la otra
acera el desarrollismo incrementó los niveles de desigualdad al generar los cordones de miseria
de las recién creadas ciudades. Nos interesa aquı́ resaltar cómo ha impactado la desigualdad
territorial en el desarrollo de América Latina, algunas razones expresadas son que “existen
determinantes polı́ticos como el nacionalismo de los recursos, la fuerza y organización de las
élites económicas, las reglas electorales y la opinión pública que impiden una transformación
más seria y sostenida del sistema tributario” (Fajardo et al., 2021, p. 275), en relación a
los ingresos y distribución del ingreso del Estado como impulsador de una economı́a para el
desarrollo.
En el contexto urbano, es común que los planes y proyectos tengan efectos diversos debido
a la influencia que ejercen los factores socioeconómicos y polı́ticos. Estos pueden generar
resultados perversos que distorsionan el contenido, o bien producir efectos contrarios a las
intenciones originales. Asimismo, en algunos casos se observan consecuencias sociales que no
se ajustan a las expectativas de los grupos sociales involucrados, como ocurre en los procesos
de gentrificación.
Si bien el modelo de desarrollo de la globalización no ha traı́do consigo la desigualdad, sı́
ha generado nuevas interacciones entre la economı́a, la polı́tica y la sociedad que producen
un reordenamiento heterogéneo en el territorio, lo cual redefine las desigualdades. Si bien los
procesos sociales, económicos, tecnológicos y culturales tienen alcance global, el urbanismo se
desenvuelve a nivel local.
En ciudades complejas y densas, áreas que antes eran populares y albergaban una mezcla
de poblaciones o importantes infraestructuras, como puertos, aeropuertos e industrias, han
sido transformadas en enclaves de oficinas, comercios y residentes acomodados, lo que resulta
en una concentración selectiva de grupos privilegiados. La periferia suele ser vista como un
espacio no ciudadano, en tanto que la cultura urbana ha evolucionado hacia tribus o individuos
aislados, lo que genera territorios de especulación y conjuntos de viviendas cerrados para los
más adinerados, mientras hay otros conjuntos sociales o informales que son excluidos de la
ciudad.
La periferia en América Latina desde el ámbito territorial tiene particular singularidad,
puesto que la región está sumida en una compleja desigualdad. A pesar de los esfuerzos en distintos periodos por emparejar la situación, sigue siendo tema de arduo debate en
la academia. Desde un enfoque polı́tico la última mejorı́a en la distribución del ingreso
se debió a la conformación de gobiernos de izquierda, pero desde un enfoque económico
se debió al creciente consumo de materias primas por parte de China, en todo caso,
ambos efectos pasaron y la región se ve sumida nuevamente en una creciente desigualdad.
En este último quinquenio la región tiene una inserción global dual, por un lado, está
América de Sur con una marcada importación de commodities y América Central incluyendo
a México, que cada vez depende más de maquilas, exportando bienes con bajo contenido
de valor adicionado, tecnologı́a importada, y gran contenido de importaciones en la producción.
En resumen, las exportaciones de los paı́ses dependen de ventajas naturales o proximidad
a los mercados estadounidenses y a salarios bajos, lo que reduce la dinámica de su inserción
y dificulta su acercamiento a los niveles de vida de los paı́ses centrales en cuanto a ingresos
se refiere, es decir, disminuir las brechas de desigualdad en la región (Vernengo, 2020). De
tal manera que la periferia en esta región tiene unas caracterı́sticas deprimentes, ausencia del
Estado, explotación del mercado y una gentrificación forzada.
Entonces, que, este enfoque de gentrificación es una consecuencia de desplazamiento de
la ciudad capitalista. Esto refuerza la tesis sobre las pérdidas asociadas al desplazamiento
del centro sufrido por los sectores populares y su posterior confinamiento en las periferias
precarias. Las consecuencias no se resumen en pérdidas residenciales o del suelo urbanizado,
sino que incluyen una serie de fuertes impactos negativos asociados, como la desarticulación
laboral, la destrucción de relaciones sociales o incluso la tensión y la fragilidad a nivel fı́sico,
psicológico y de identidad (Dı́az y Apaolaza, 2020).
Las regiones urbanas y las ciudades de hoy presentan caracterı́sticas tales como la exclusión
social y territorial, la desigualdad social, y la insostenibilidad ambiental resultantes de polı́ticas
públicas altas en costos sociales y ambientales. Además, el urbanismo especulativo que ha
monetizado los territorios agrava las limitaciones para ejercer resistencia social y polı́tica,
debido a la atomización y fragmentación de las poblaciones que esto ha causado, lo que
también genera un déficit en la ciudadanı́a (Borja et al., 2017).
En concordancia, desde 1972 en la conferencia de Estocolmo se ha venido esbozando
la preocupación por los trastornos que causa el desarrollo de las ciudades, y la necesidad
de vincular el desarrollo de las ciudades al ambiente, luego en otras conferencias se fueron
incorporando otros planteamientos, como transporte, vivienda, recreación, salud, espacios de
relaciones humanas, entre otros, que se resume en la actualidad en la agenda de objetivos 2030
(Avendaño et al., 2021).
En tal sentido, estas propuestas de soluciones de una u otra forma se enmarcan en lo que se
ha denominado ciudades sustentables que son aquellas con unas caracterı́sticas determinadas como: consumo equilibrado de agua potable, eliminación gradual de aguas servidas y desechos
sólidos, y la ocupación del suelo con bajo gasto energético en transporte y en la distribución
de servicios (Delado y Suárez, 2014).
Pero en este devenir se han generado un cúmulo de perturbaciones sociales, que como se ha
mencionado tienen su origen en las relaciones Estado – mercado – sociedad civil. La relación
que se da entre segregación y gentrificación surge entre el Estado y el mercado, en el marco
de las ciudades capitalistas y un Estado que protege esos intereses. Por un lado, el mercado
del suelo y las estructuras de oportunidades que son generadas por el Estado incentivan la
segregación (desde el punto de vista económico) a la vez que hay una respuesta tangencial a
este proceso que es la gentrificación, que en general, deberı́a buscar una mejor convivencia
entre los diferentes grupos económicos.
La condición social (generalmente económica) es quien define los espacios de aglomeración
urbana, también se tiene que establecer que el Estado juega un rol importante aquı́, con
el hecho de generar estructuras de oportunidades, de tal manera que la gente de ingresos
bajos-medios puedan acceder a condiciones de vida que permitan ventajas de desarrollo
humano, las cuales existen en segmentos urbanos donde hay mayor nivel de ingreso económico
en las familias (Di Virgilio, 2019).
La relación que existe entre las regulaciones del Estado y Polı́ticas Públicas en los procesos
de gentrificación y segregación no pueden quedar aisladas, es de observancia como el Estado a
través de sus estructuras impulsan de alguna manera cierto tipo de segregación y gentrificación
que conllevan a perturbaciones sociales o al mantenimiento del sistema mercantil sobre el uso
del suelo, como Lens y Monkkonen (2015), encontraron algunos tipos de regulación, como
restricciones de densidad, revisiones más independientes para la aprobación de proyectos y
cambios de zonificación, y un mayor nivel de participación del gobierno local y la ciudadanı́a
en el proceso de permisos, están significativamente asociados con la segregación general. Al
respecto David Harvey se refiere de la siguiente manera en Marti y Salazar (2016):
El Estado tiene un gran interés en aumentar sus ingresos económicos, y valiéndose de la aplicación de impuestos como aquellos asignados a la propiedad y de otros instrumentos similares, el Estado, hablando en términos generales, tiene interés en incentivar el desarrollo, y mediante éste, el aumento del precio de la tierra y el valor de las propiedades (p. 11).
La relación entre la segregación y la gentrificación puede ser aprovechada para mejorar
las condiciones de vida y la humanidad de ambos segmentos. Es importante que los menos
favorecidos económicamente se beneficien de los recursos materiales que se encuentran en los
sectores de mayores recursos, y que las virtudes humanas que poseen las capas sociales de bajos
recursos sean consideradas un aprendizaje para aquellos que han logrado mayores ingresos
materiales. Por lo tanto, es necesario desarrollar un modelo que permita una coexistencia de ganar-ganar entre un Estado social y un mercado que genere riqueza y que esta se distribuya
de la mejor manera posible.
La inversión en infraestructura es una polı́tica pública crucial que deben asumir los
gobiernos en nuestros paı́ses, de tal manera que los elementos fundamentales que se deseen
desplegar electricidad, transporte, telecomunicaciones, manejo de aguas, etc., se convierten
en factores potenciadores del desarrollo de las ciudades, estas producen la base material de
la ciudad, además cada una tiene un ensamble particular de sus infraestructuras (Carrión, 2013).
En consideración, los procesos de urbanización es un entramado complejo de producción
de un conjunto de soportes materiales necesarios para la aglomeración de población y
actividades, que hacen posible que las sociedades urbanas contribuyan a la reproducción
social. En consecuencia, el diseño del espacio urbano es una corresponsabilidad pública
en la medida que las experiencias vitales en conjunción con la habitabilidad, como las
relaciones interpersonales puedan intervenir para que las transmisiones de un sistema de
valores reconocidos conviertan a individuos en ciudadanos: desde una perspectiva de cohesión
y una interdependencia positiva, se le está animando a tomar conciencia de la importancia
de una mejora y transformación social. Se le está alentando a participar en áreas como
la solidaridad, la igualdad, la no discriminación y el cuidado del legado cultural, ası́ como
a cultivar una relación de respeto hacia el ser humano y el medio ambiente (Sevilla et al., 2021).
Desde mediados de los ‘90, se ha generado una contrapropuesta al enfoque funcionalista del
territorio como un mero soporte fı́sico de cosas que suceden. El enfoque del Desarrollo Local
implica un reordenamiento del territorio y una observancia del espacio como dinámico y con
caracterı́sticas propias. Esto implica que el territorio no es solo un soporte fı́sico, sino que tiene
un papel importante en la generación de procesos dinámicos y en la transformación social. Al
respecto Vázquez (1999):
El territorio es un agente de transformación y no un mero soporte de los recursos y de las actividades económicas, ya que las empresas y los demás actores del territorio interactúan entre sı́ organizándose para desarrollar la economı́a y la sociedad. Teniendo como punto de partida para el desarrollo de una comunidad territorial el conjunto de recursos (económicos, humanos, institucionales y culturales) que constituyen su potencial de desarrollo (p. 35).
En cuenta de las diferentes apreciaciones que hay sobre los aspectos o dinámicas que se
desarrollan en el territorio, se desataca una nueva concepción del espacio y es la necesaria
cooperación entre los diversos actores agrupados en el Estado, el mercado y la sociedad en
general, es decir, la conjunción de actores económicos y recursos inmateriales (tecnologı́a,
información, formación, investigación) que permite el desarrollo de la competencia, de la
calificación, del saber hacer y un proceso de aprendizaje colectivo especı́fico a cada territorio, capaz de dotar a este de una gran capacidad de adaptación y de cambio (Alemán, 2004).
El Estado debe propiciar la participación activa de los diferentes actores sociales para que
se dinamice y sustente el desarrollo local. Esta participación puede asumir diversidad de formas
organizativas que son proveı́das por el gobierno para crear espacios de intercambio, expresión
y generación de consensos entre estos y sus ciudadanos, en lı́nea con su principal propósito de
elevar el nivel de satisfacción y calidad de vida de la población (González y Garcı́a, 2021).
La heterogeneidad en el territorio a la vez genera dificultades, porque se muestra una
cohesión dispar de la riqueza y la calidad de vida material, en tanto que, existen territorios
estancados en la pobreza y otros muestran opulencia material, de tal manera que se puede
afirmar que el territorio es un eje causal de las desigualdades (CEPAL, 2016).
La desigualdad territorial se configura como un problema de alta complejidad, y esto
limita el bienestar colectivo de las comunidades. Es por ello que se contextualiza como un
paradigma complejo, porque hay unas brechas sustanciales en las condiciones de vida general
en las poblaciones de un territorio: educativas, vivienda, servicios públicos, infraestructura,
entre otras, que coartan el bienestar. Algunas teorı́as redefinen estas caracterı́sticas como
fragmentación urbana, que por lo general se expresan en indicadores socioeconómicos y en
acceso real de la gente a las condiciones de vida (Tinedo, 2020).
Precisamente estas desigualdades que se generan en las ciudades con mayores niveles de
complejidad, han sido objeto de estudio de la sociologı́a y antropologı́a urbana en América
Latina, al menos desde la década del sesenta con el estudio de los barrios migrantes del campo
a la ciudad en búsqueda de mejores condiciones de vida. Estas investigaciones primeras y
con estos enfoques han dejado en evidencia no solo testimonio de las condiciones de vida de
sectores populares sino las brechas de pobreza existentes y las desigualdades en las ciudades,
en atención a esos nuevos actores que irrumpen en la vida urbana, los movimientos sociales
que enarbolan sus demandas de viviendas, bienes y servicios, en fin, la democratización de la
vida polı́tica (Ziccardi, 2021).
El atractivo ilusorio de la ciudad ha sido acceder a un trabajo remunerado, educación,
salud, bienes culturales, movilidad, entre otros, pero esto no sucede ası́ en la mayorı́a de los
casos, el bajo nivel de calificación para trabajos urbanos no permite acceder a esos beneficios,
lo que obliga a las poblaciones a replegarse en la periferia donde las condiciones habitacionales
y estancia son precarias y muchas veces en detrimento de sus lugares de origen. Los escenarios
mencionados contrastan con otros sectores que, aunque pueden acceder a servicios, enfrentan
la realidad urbana diariamente, lo que indica que se está produciendo una ampliación de las
desigualdades territoriales. Esto significa que hay una brecha cada vez mayor entre aquellos
que tienen acceso a servicios y aquellos que no, lo que crea una situación de desigualdad en
términos de calidad de vida y oportunidades en el territorio (Ziccardi, 2021).
En consideración en la ciudad se ha abierto un espacio económico alternativo, con prácticas
que de alguna manera se alejan del mainstream, pero también se hace difı́cil tipificarlos en
la literatura, ya que se componen de una diversidad de prácticas. Su tipificación se asocia a
criterios básicos relacionados con su organización en redes de colaboración, su adscripción a la
máxima de la solidaridad, su condición de alternativas y su proximidad geográfica, pudiendo
sistematizarse en cuatro tipos básicos dependiendo de su función en el circuito económico:
producción de bienes y servicios, intercambio, consumo colaborativo y finanzas alternativas
con arraigo territorial (Ruı́z et al., 2018).
Estas caracterı́sticas de las prácticas alternativas, incluyen actividades desde la economı́a
informal, alternativa y también el tercer sector, de tal manera, que, es una confluencia de al
menos tres categorı́as con basta revisión bibliográfica. Ahora, las nuevas prácticas alternativas
parecen abrirse un espacio en la ciudad sus miembros suscriben los principios de autonomı́a,
reciprocidad y democracia, promueven valores no competitivos (solidaridad, sostenibilidad,
cooperación, equidad, etc.) y actúan en un ámbito local con espacios fı́sicos de encuentro
colectivo. Los actores más conscientes e involucrados abogan por enfatizar la importancia del
valor de uso de los bienes y servicios, y promover la densificación de los vı́nculos sociales desde
una perspectiva motivacional. En cuanto a la estructura organizativa, la red con múltiples
relaciones de reciprocidad domina, fomentando el capital social y relacional. Al contrastarse con el individualismo del modelo económico predominante, esta estructura muestra una
perspectiva alternativa. Los actores involucrados poseen un vı́nculo importante con el territorio
y sus recursos, lo cual los distingue de otros movimientos. Sin embargo, la escasez de recursos
materiales y el tamaño de los grupos pueden suponer una amenaza potencial para la calidad
del empleo generado y la integración al mercado formal (Ruı́z et al., 2018).
Desde otra perspectiva, la ciudad es el espacio donde se logra conseguir con mayor facilidad
las capacidades que requieren los individuos para su funcionamiento económico, social y
polı́tico (educación, salud) (Sen, 2021).
Por tanto, la ciudad tiene un alto valor social y colectivo, pero a la vez es un espacio que
genera desigualdades, gentrificación y segregación que están asociados al desenvolvimiento en
la ciudad.
La desigualdad es un aspecto multifactorial del quehacer, por tanto, tiene una calificación
de complejidad ya que ésta (la desigualdad) es producto de la interrelación entre actores
económicos y recursos inmateriales. Otro factor que expande las brechas de desigualdad es
la transmisión intergeneracional de la riqueza, esta permite que algunos grupos acumulen y
persistan en el tiempo. El Estado, el mercado y la sociedad en sı́ misma, todos son creadores de igualdad y desigualdad. Ninguno actuando de forma aislada tiene la capacidad de alcanzar
mejores condiciones igualitarias entre los hombres, por ello, se debe alcanzar el equilibrio entre
todos para lograr beneficios colectivos.
En la planificación insurgente es donde la ciudad se reconoce en el urbanismo basado
en la memoria histórica y la consciencia transnacional, sin dejar de reconocer los aspectos
económicos y socioculturales de la globalidad en que estamos inmersos. Estas prácticas
insurgentes se manifiestan a través de procesos de urbanización periférica que destacan el papel
de los residentes en la producción del espacio urbano como un modo de urbanización. Si bien
este proceso opera dentro de modos formales de planificación, funciona de manera transversal
a través de la cual las personas se convierten en ciudadanos y agentes polı́ticos, hablan con
fluidez sobre los derechos y reclaman las ciudades como propias.
La reestructuración del territorio es una constante en la globalización a través de sus
prácticas diversas, con el fin de suplir las necesidades que impone el mercado y sus intereses. De
tal manera, que, la ciudad está en constante transformación y ajuste a través de instrumentos y
mecanismos que pueden o no estar formalizados o también actuaciones manipuladas por grupos
de poder. La reconfiguración de los mercados obliga de manera a reacomodar el territorio para
adaptarlo a otras necesidades con un marco de intereses existentes u otras veces creado. La
ciudad en la modernidad es un marco ilusorio de las sociedades, ese entramado de relaciones
sociales que se dan en espacios aglomerados, tiene un valor social. Por tanto, es inevitable una
reconfiguración de las ciudades, sobre todo en América Latina que como región muestra los
mayores ı́ndices de desigualdad.
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