Escuela Técnica Comercial José Félix Ribas, Mérida, Venezuela1
magabria@gmail.com1
Fecha de recepción: 06/09/2023
Fecha de aceptación: 24/10/2023
Pág: 117 – 129
La identidad digital se refiere al conjunto de informaciones como datos, fotos,
comentarios, entre otros, que configuran la imagen de una persona, empresa o
institución educativa en el ciberespacio. Algunas de sus caracterı́sticas son su
carácter dinámico, es social, subjetiva, compuesta, valiosa y fragmentada. Su
construcción puede estar, de forma indirecta, en manos de terceras personas o
se puede gestionar de manera consciente, ética y responsable, para proyectar un
concepto favorable hacia la institución. El confinamiento, a raı́z de la pandemia,
llevó a los actores educativos a revisar la presencia en lı́nea de los planteles
educativos. Para cumplir con este propósito, hay que contemplar la visibilidad,
la reputación y la privacidad. A través de la visibilidad se prestan servicios
informativos, participativos, interactivos y comunicativos. La reputación llama
al cuidado del contenido publicado, congruente a la actividad institucional. La
privacidad se relaciona con el resguardo de la información, y la configuración de
opciones para evitar que personas ajenas a la institución accedan al contenido.
La gestión de la identidad digital educativa, es una oportunidad para aprender a
convivir en la sociedad digital, y para mejorar la cohesión de la comunidad escolar
en la vida real. Se presenta una revisión de la literatura especializada para un
estudio, cuyo propósito consiste en analizar la construcción de la identidad digital
en instituciones educativas de Mérida.
Palabras clave: identidad digital, identidad digital educativa, privacidad,
reputación, visibilidad.
Digital identity refers to the set of information such as data, photos, comments,
among others, that make up the image of a person, company, or educational
institution in cyberspace. The digital identity is characterized by its dynamism;
it is social, subjective, collective, valuable and fragmented. This identity can be
managed indirectly by third parties, or by the institution itself in a conscious,
ethical and responsible manner, to project a favorable concept towards the
institution itself. The pandemic’s confinement has led educational agents to review
the online presence of educational institutions. To fulfill this purpose, Visibility,
Reputation and Privacy must be addressed. Visibility provides informative,
participatory, interactive and communicative services. Reputation makes emphasis
on the published content, consistent with institutional activity. Privacy is related
to the security of information, and the configuration of options to prevent people
outside the institution from accessing the content. The management of the
educational digital identity is an opportunity to learn to coexist in the digital
society, and to improve the cohesion of the school community in real life. We
present a review of the specialized literature for a research, whose purpose is to
analyze the construction of digital identity in educational institutions in Mérida.
Key words: digital identity, educational digital identity, privacy, reputation,
visibility.
Esta obra está bajo licencia CC BY-NC-SA 4.0
Una persona puede iniciar su presencia en el ciberespacio, incluso antes de salir del vientre
materno. Desde el primer momento, en que sus progenitores publican la imagen de la ecografı́a,
y escriben el nombre que llevará al nacer, se comienza a construir la identidad digital de esa
persona. Antes de exponer la versión en “bits”, se revisará el concepto de identidad.
Rivera y Minelli (2017) señalan que definir la identidad es algo complejo, pero lo expresan
a través del término YO, visto desde varias corrientes filosóficas. Reseñan la concepción del
pensamiento clásico griego del YO como un ser sujeto a la virtud y la moral. El YO cartesiano,
cuyo rasgo distintivo es la capacidad de pensar. El YO propuesto del Psicoanálisis, responsable
del comportamiento humano. El YO con matices egocéntricos de Bauman y el YO según
Gergen, cargado de articulaciones con la dinámica social.
Desde el punto de vista social, la identidad surge ante la necesidad de reconocernos y
reconocer al otro, para lograr la convivencia e interacción con el espacio vital. Se configura
según fuerzas internas y externas, siendo posible gracias a los intercambios comunicativos (Rojas, 2004).
La identidad también contempla el ser reconocido a través de documentos que acreditan
a una persona y una serie de rasgos biológicos que dan garantı́a de que ese individuo es
quien dice ser (Fundación Telefónica, 2013). De acuerdo con Esparza (2012), son variados los
enfoques sobre la identidad, planteados desde las disciplinas del conocimiento. Sin embargo, se
planteará la siguiente definición.
La identidad se refiere al conjunto de rasgos que distinguen a una persona de otra. Su
formación conlleva un proceso que se origina desde la condición irrepetible de cada ser humano,
marcada desde su nacimiento y la suma de experiencias que suceden en el transcurrir de su
vida (Fundación Telefónica, 2013).
Sea cual sea su definición, vista desde distintas ópticas, un punto de encuentro, es que la
identidad es fluida y dinámica. Es mutable, se puede transformar. Son todos los intercambios
con el medio externo, los que van reescribiendo en la naturaleza plástica de la identidad. Es
“el Otro”, según Esparza (2012), representado en un libro de texto, un grupo musical, un
equipo deportivo, un concepto, una persona, un deseo, un episodio o personaje histórico, lo
que configura la identidad.
Ante la llegada de Internet y la sucesiva evolución de la web 1.0 hasta la 4.0, con ese alto
volumen de datos que se comparten y la variedad de interacciones que pueden ocurrir, el ser
humano y las organizaciones a las que pertenece, migraron la necesidad de construir un sentido
de identidad, operativa en el entorno fı́sico, y cercano, hacia el entorno digital y a distancia.
Se crea una proyección de la existencia offline, que se deslinda de la corporalidad y se inserta
en los medios digitales, a través de una existencia online.
De esta manera, tanto las personas como las organizaciones comenzaron a incorporar su
presencia en lı́nea. Las primeras en sacar provecho de esta posibilidad fueron las marcas, con
el potencial comercial que implica. Pero también, las instituciones con una función social,
por ejemplo, las educativas, han comenzado a ser visibles en los entornos virtuales. Siendo
ası́, es conveniente revisar y analizar la construcción de la identidad digital de las instituciones
educativas, a la luz de la literatura especializada. Se revisarán las funcionalidades en cuanto a los
tipos de contenido a publicar y el componente ético. Además, existen dimensiones conceptuales
como la visibilidad, la reputación y la privacidad, a las cuales ha de prestarse atención en la
gestión de la identidad institucional.
Surge la necesidad de construir una presencia en forma de “bits” para hacer vida en el
ciberespacio y convivir en la sociedad digital. Se plantea el concepto de identidad digital,
entendiéndose como “conjunto de datos personales que se publican en Internet a través de los
cuales se autodenomina una persona” (Huerta et al., 2021, p. 4), los cuales se complementan
con la interpretación o significación de los demás usuarios. En términos de los planteamientos
de Rivera y Minelli (2017), se trata de un nuevo YO, de tipo virtual, que hace vida desde las
aplicaciones de redes sociales, el correo electrónico, los blogs y diversos espacios en la pantalla
digital.
Cada vez es posible realizar más actividades en Internet, consultar el banco, estar en una
clase, ver una pelı́cula, votar, buscar información, visitar un museo, escuchar música, dejar
una reseña turı́stica, compartir material audiovisual, hacer un “en vivo”, comprar y vender un
producto o servicio, entre otras. Ası́, se va dejando una huella, consiente o no, cuyo rastro es
difı́cil de borrar.
Internet facilita enormemente la vida, ha penetrado de tal manera que se trabaja online, se
socializa con amigos y familiares, permitió la educación durante la pandemia, facilita momentos
de recreación y, en general, potencia las relaciones comunicativas con personas ubicadas a miles
de kilómetros. Y en la misma medida, esa huella generada es tan grande, que se puede perder de
vista el periplo de las interacciones; sobre todo cuando se trata de redes sociales y plataformas,
en las que se deja información personal a compañı́as que pueden disponer de ella (Gamero,
2009).
Como se puede apreciar, la identidad digital es multifactorial. A continuación, se enumeran algunas caracterı́sticas (Fundación Telefónica, 2013).
Es personal. Forman parte del componente personal, el historial de navegación, discursos, intereses y omisiones (Castañeda y Camacho, 2012).
Es social. Forman parte del componente social, los usuarios con quienes se comparte contenido, bien sea porque somos sus seguidores o porque siguen la actividad de nuestro perfil o avatar (Castañeda y Camacho, 2012).
Su construcción puede ser consciente o no.
Puede ser construida por terceros, sin autorización del usuario. Por ejemplo, cuando un usuario comparte una fotografı́a y etiqueta a una persona que aparece en la imagen.
Es subjetiva, ya que cada usuario asigna significados de acuerdo a su experiencia.
Genera un valor y “puede ser empleada para establecer relaciones personalizadas, ası́ como para tomar decisiones en dichas relaciones, con lo que se establece un mayor grado de confianza” (Santamarı́a, 2015, p. 19).
Representa una referencia sobre la imagen de la persona.
Es fluida, porque su construcción es dinámica, con la posibilidad de incorporar nuevos datos.
Implica un orden cronológico. La potencial permanencia de la información permite acceder a ella atendiendo a un espacio de tiempo determinado.
Hay una pérdida de la propiedad de la información que cedida a las plataformas y aplicaciones que gestionan los entornos digitales (Barroso et al., 2020). Cuando un usuario apertura un perfil, comparte datos y archivos, que no solo son difı́ciles de eliminar, sino que las empresas que gestionan los servicios de internet, los utilizan a su favor, muchas veces con fines comerciales.
Es fragmentada, ya que los usuarios realizan actividades en diversas plataformas, con servicios diversos, fotografı́a, música, turismo, contactos profesionales, entre otros. Incluso, una misma persona puede tener distintas identidades, por ejemplo, como fanático de un grupo musical o como integrante de un grupo religioso (Giones y Serrat, 2010).
El dato que entra en Internet, permanecerá para la posteridad (Castañeda y Camacho, 2012). A diferencia de la identidad analógica, en la que es más fácil el olvido o la eliminación de algún rastro, la identidad digital tiene mayor permanencia en el tiempo, ya que no es posible evitar la replicación del contenido.
Luego de este panorama general, se va a contextualizar la identidad digital referida a las instituciones educativas. No solamente las personas construyen su identidad digital, también lo hacen las empresas, u organizaciones, en este caso, educativas.
Si bien es cierto que, las instituciones educativas ya tenı́an presencia en la web, con la
llegada de la pandemia de COVID-19, se acentuó el traslado de la vida institucional de los
escenarios fı́sicos, a los escenarios digitales. Las actividades académicas fueron mediadas a
través de los servicios de la red, plataformas educativas, redes sociales y diversas aplicaciones.
El confinamiento llevó a los diversos actores educativos, estudiantes, docentes y representantes,
a experimentar formas de llevar la institución a casa, de implementar diversas estrategias
comunicativas para el acompañamiento del proceso de aprendizaje y hasta de compartir la carga emotiva que surgió en esa situación sin precedentes en la historia de la humanidad.
La escuela o el liceo, ya no era el edificio, era un blog, una página web, un grupo de
Whatsapp, Google Classroom, una página de Facebook o la plataforma Zoom. Los profesores
y los compañeros de clases, se representaban a través de un avatar o perfil en la aplicación
utilizada. Ası́, los estudiantes, representantes y profesores, debı́an disponer de redes sociales,
correos electrónicos y las aplicaciones necesarias para desarrollar las actividades educativas.
¡Cuántas identidades digitales fueron creadas en el mundo a partir de ese momento! ¡Cuántas
interacciones generadas para comunicar reportes escolares y hasta sentimientos que afloraron
con el confinamiento!
La huella digital producida por las personas desde ese momento, fue notable. De acuerdo
con varios autores, no solamente las personas construyen una identidad digital, también las
instituciones deben tomar decisiones en torno a este tema (Lara, 2009; Santamarı́a, 2015) y
por supuesto los centros educativos, también se enfrentan a este reto. Seguramente, muchos,
iniciaron su presencia en lı́nea, llevados por la pandemia en 2020 y algunos retomarı́an ese blog
que abrieron en algún momento, pero que poco o nunca actualizaban.
La construcción de la identidad digital “...no es un hecho, sino un proceso holı́stico,
duradero, flexible y revisable. No hay mayor enemigo de la identidad, cuando se trata de
instituciones, que un rastro muerto, la huella de una presencia inexistente” (Llorens, 2011, p.
316). Independientemente de lo ocurrido con la pandemia, las instituciones deben plantearse
la creación y actualización de su presencia digital, ya que es un signo de innovación educativa
y de sintonı́a con las tecnologı́as de la comunicación. Al concluir la pandemia, ¿siguen las
instituciones educativas activas en la construcción de esa identidad digital o abandonaron este
proceso?
En el caso de las instituciones educativas, el hecho de adoptar la presencia en los medios
digitales, es de utilidad para “difundir aquello que hacen y conocer qué están haciendo otras
organizaciones similares en su entorno, pudiendo ofrecer oportunidades de aprendizaje y de
colaboración” (Castillo et al., 2022, p. 41). Genera confianza en los representantes y fomenta
la cohesión de los actores educativos. De acuerdo con Domı́nguez (2007):
La sociabilidad en la red va más allá de las interacciones virtuales y se proyecta en un entorno afectivo fı́sico (de lazos afectivos en sentido amplio, personales, de amistad, amorosos, etc.), de manera que los sujetos más conectados virtualmente también lo son en la vida fı́sica (p. 49).
Lo primordial no es aplicar estrategias mercadotécnicas o utilizar la identidad digital
solo para publicaciones sobre trámites administrativos. La idea es crear comunidad, estima o
sentido de pertenencia, y estar en sintonı́a con la función social de la institución.
La identidad digital de una institución educativa se debe abordar desde una visión ética,
fundamentando lo que se hace público, en el quehacer de la vida escolar. En tal sentido,
se habla de que la identidad digital tiene dos longitudes, la identidad digital próxima y la
identidad digital cercana (Llorens, 2011).
La identidad digital próxima se refiere a las relaciones de colaboración, compromiso e
innovación que se establece entre los actores educativos (estudiantes, profesores, representantes
y comunidad en general). Cada quien debe emprender sus acciones sin individualismos,
trabajar de manera integrada, conociendo el aporte de todos dentro de sus respectivos roles
para el logro de los objetivos del colectivo.
¿Cómo fortalecer la identidad digital próxima? Además de estar informados de las acciones
de cada miembro de la comunidad educativa, “necesitamos hacer cosas juntos” (Llorens, 2011,
p. 316). Esta es la base, para que la identidad digital lejana sea genuina y transparente. Todo el
valor que se genera en nuestras acciones locales, privadas o cercanas, se puede difundir a través
de la red. En esa medida, existirá una participación coherente dentro de la sociedad digital. Y
es por eso que se trata de un asunto ético, la identidad digital próxima y la lejana deben ser
dos caras de la misma moneda, lo online se fundamenta en lo offline. No hay que divulgar algo
que realmente no se es.
Existen tres componentes conceptuales de la identidad digital: la presencia, la reputación
y el posicionamiento (Llorens, 2011).
La presencia se entiende como estar en la red. Esta idea no es equivalente solo a tener un
perfil en alguna plataforma de comunicación, aunque ciertamente, es un punto de partida.
Significa que la institución debe asumir una postura ante la cultura digital, cómo interactuar
con los usuarios, las informaciones y cuál es su postura respecto de la generación y divulgación
del conocimiento (Lara, 2009). Esta “presencia digital” también viene dada, porque otros
usuarios hacen visibles los perfiles a partir de sus publicaciones, por ejemplo, los docentes,
cuando comparten imágenes de sus clases.
De este elemento forma también parte, la suma de las identidades digitales de los miembros
de la institución educativa. Se deben propiciar las relaciones sociales, la cohesión de la
comunidad, reconocer las narrativas particulares y arroparles en el sentido de pertenencia. Es
importante acotar, que estas narrativas deben ser congruentes con la actividad profesional que
se realiza dentro de la institución. De no ser ası́, es recomendable separar perfiles con facetas
personales y laborales o configurar las opciones de privacidad.
La reputación es la valoración y opinión que tienen los demás usuarios sobre la institución.
Esta percepción tiene un gran peso y es por ello que, se debe tener plena conciencia sobre
aquellos contenidos que se publican en la red. Existes tres tipos de acciones que influyen en
la configuración de la reputación, las emprendidas desde el propio titular, las realizadas por
terceras personas y las del ámbito cercano al titular (Santamarı́a, 2015).
Las acciones emprendidas por el titular, o en este caso la institución educativa, reflejan la
vida escolar en el entorno virtual. Esta construcción se debe realizar de manera consciente,
ya que en función de ello se determina la imagen que tendrán los demás. Las acciones
realizadas por terceras personas, se vinculan a la publicación de información por parte de otras
instituciones, notas de prensa, reseñas, boletines, entre otros, que han podido trascender por la
importancia de la fuente. Al respecto se deben distinguir dos posibles efectos, el primero, que
contribuya a la imagen positiva que se quiere fomentar y, el segundo, un efecto que vaya en
perjuicio de la institución. Por último, existen acciones emprendidas por usuarios o seguidores
(representantes, estudiantes, egresados), a partir de las relaciones establecidas con ellos que
pudieran devenir en contenidos favorables o no.
Es precisamente debido a la naturaleza de la reputación digital, que las instituciones
educativas no pueden dejar en manos de terceros la construcción de su identidad. Un
representante o estudiante, que emitan un comentario, foto, o video cuyo contenido sea
contrario a lo que se desea transmitir, puede difundirse rápidamente y acrecentar una imagen
negativa. Se ha visto, por ejemplo, cómo los estudiantes en su último año de estudios, aperturan
perfiles de las promociones en redes sociales. En estos espacios publican gran cantidad de
material audiovisual, que amerita un monitoreo. Asimismo, los estudiantes, acostumbran a
generar registros personales que, de manera directa o indirecta, involucran a la institución
educativa donde cursan estudios y que pudieran ser contraproducentes no solo para el plantel,
sino para ellos mismos. Es menester recordar que, Internet no olvida, y además registra
información cronológicamente. Cualquier suceso, positivo o no, estará a la orden del dı́a,
disponible para ser recuperado y recordado en cualquier momento.
Para concluir sobre los elementos conceptuales de la identidad digital, se pasará a exponer
lo relacionado con el posicionamiento. Se relaciona con la idea de visibilidad o lugar ocupado
en el ciberespacio, respecto de otras identidades digitales del mismo tipo. Si algún usuario
realiza una búsqueda vinculada con el ámbito educativo, un buen posicionamiento, ubicará
a la institución, en los primeros lugares del ramo y esto depende de una gestión eficaz de la
identidad digital (Aparici y Osuna, 2013).
El posicionamiento es cuantificable. No solo se puede medir, por ejemplo, la cantidad
de seguidores de un perfil, sino también medir las interacciones, comentarios, “me gusta”,
reproducciones, contenido compartido y tráfico de usuarios. Existen herramientas gratuitas en
la red que facilitan este tipo de mediciones.
Se puede deducir, luego de esta exposición, que la gestión de la identidad digital de una
institución educativa, debe quedar en manos de una persona competente y hábil en el manejo de
herramientas web. ¿Cómo gestionar una identidad digital de manera responsable? Se estudiará
seguidamente.
A estas alturas de la evolución de la web, muchos de los usuarios, migrantes o nativos
digitales, cuentan con algunas habilidades básicas como, por ejemplo, utilizar portales para
buscar información, consumir multimedia, utilizar un correo electrónico o interactuar con otros
usuarios.
La gestión de la identidad en lı́nea de una institución educativa, requiere la actualización
del personal y que se encuentre alfabetizado en relación con las tecnologı́as de la comunicación
e información. Su gran protagonismo ha generado “...un cambio radical que no se limita a la
innovación tecnológica, sino que acompañan profundas transformaciones socioeconómicas y
culturales surgiendo un nuevo paradigma que se podrı́a identificar como cultura digital” (Freire
citado por Trachana, 2014, p. 251). Aparecen numerosas oportunidades de comunicación que,
desde lo virtual, incluso ayudan a potenciar las relaciones en las interacciones presenciales y
en las que los usuarios no solo consumen sino crean contenidos.
La gestión de la identidad digital es una de las habilidades comunicativas que constituyen
la competencia digital (Huerta et al., 2018), sumándose a ello el manejo ético del entorno web
para una convivencia sana en la sociedad de la información (Giones y Serrat, 2010).
Varios autores coinciden en que la gestión de la identidad digital lleva consigo tres elementos
operativos: la visibilidad, la reputación y la privacidad (Giones y Serrat, 2010; Huerta et al.,
2021) que se deben tener en cuenta.
Tener presencia en la red no equivale a tener visibilidad. Se puede abrir un perfil en alguna
red social, tener un blog o una página web, pero estas acciones no garantizan que se logre
llegar al público que interesa abordar. Se debe generar una huella a través de la publicación
de videos, fotos, opiniones en redes sociales, comentarios y contenido compartido. Todas estas
interacciones serán indexadas por los buscadores, en este caso, Google y ası́, maximizar la
audiencia.
Una institución educativa puede aparecer en la web, a través de la prestación de servicios
informativos, comunicativos, comunicativos e interactivos (Llorens, 2011). Los horarios, planes
de estudio, requisitos de inscripción o solicitud de certificación de calificaciones, entre otros,
corresponden a los servicios informativos. En relación con los servicios interactivos, se busca que la virtualidad facilite procesos, abarate costos, tiempo y agilice trámites. Ahora con la
mensajerı́a de redes sociales, los usuarios están a un solo clic de cualquier consulta o solicitud,
como, por ejemplo, gestionar la solicitud de algún documento.
Respecto a los servicios comunicativos, se pueden reseñar las actividades que se realizan
puertas adentro, tales como eventos culturales, ferias de ciencias, clubes de lectura, encuentros
deportivos y explotar su visibilidad a través de la creación de podcast, revistas digitales,
infografı́as, videos, entre otros formatos. Recordar que “La visibilidad de los contenidos se
convierte en uno de los pilares de Internet y en uno de los factores que más profundamente
incide en la creación de la identidad digital” (Fernández, 2012, p. 132).
Por último, los servicios participativos implican dar voz y voto a la comunidad educativa.
(Llorens, 2011) propone la aplicación de “encuestas basadas en formularios, espacios abiertos de
debate, publicidad de acuerdos, pueden ser orientados de forma creativa hacia el fortalecimiento
de los niveles de democracia y compromiso en la institución educativa” (p. 319). Las redes
sociales con su carácter abierto, la posibilidad de recibir comentarios, los formularios de
Google, el nuevo WhatsApp con la función de generar encuestas, son algunos ejemplos de
herramientas para implementar la participación.
La reputación no solo es un elemento operativo de la identidad digital, sino que es un
elemento conceptual. Su significado ya fue expuesto previamente, pero vale recordar que
es el conjunto de opiniones que se configuran desde la imagen que se pretende proyectar
institucionalmente y la interpretación subjetiva de los demás usuarios.
Desde el punto de vista de la gestión, debe existir coherencia entre lo que se exhibe
en pantalla y la realidad del entorno escolar. La construcción de la reputación debe ser
transparente, responsable, con un discurso comunicativo empático, y con especial atención al
manejo de posibles situaciones de crisis. Una vez que se esta en la mira por alguna publicación
o mención, producida por nosotros o no, estamos propensos a provocar un malestar o disgusto
en algunos de los seguidores de nuestro perfil en lı́nea.
En este escenario se debe actuar a tiempo, si es posible anticipar posibles eventos negativos
que desfavorezcan y tener previstas respuestas o acciones institucionales a seguir. Cuesta
menos mantener y proyectar una buena imagen que repararla.
Otro elemento de la gestión es la privacidad. Se relaciona con la utilización y seguridad
en el manejo de datos personales, desde correos electrónicos, fotografı́as, hasta preferencias
polı́ticas, sexuales y religiosas. En el mundo del ciberespacio, se deben tomar acciones para
proteger la información y cuidarse de los riesgos al utilizar Internet (Huerta et al., 2021).
Cuando se instala alguna aplicación, esta tiene acceso al contenido resguardado en los dispositivos electrónicos, cuando se crea un perfil se cede información a la plataforma utilizada,
al navegar se guardan cookies, y en una red social una persona puede estar etiquetada en algún
contenido del que no desea se conozca. Son solo algunos escenarios que se han de contemplar
para salvaguardar los datos y la reputación.
Los usuarios no tienen control sobre los soportes en los que se registra su información en
la web. Es por ello que se deben ajustar los dispositivos, atender los permisos otorgados a
los prestadores de servicios, personalizar los perfiles donde se aloja la identidad institucional
y personal. Ahora bien, vinculando este concepto al mundo educativo, hay que tener ciertas
consideraciones especiales.
Si bien es cierta la recomendación, sobre el carácter público y abierto de los canales de
comunicación en la identidad digital educativa (De Haro, 2023), también hay que configurar las
opciones relacionadas con la privacidad, no publicar datos personales de los estudiantes, crear
listas de alumnos, representantes y personal de la institución para facilitar accesos, cuando
sea necesario restringir la visibilidad de usuarios (Biblioteca/CRAI de la Universidad Pablo de
Olavide, 2020), no publicar información personal de los miembros de la comunidad educativa,
alertar y orientar a los usuarios sobre las amenazas a la privacidad y a la identidad en general,
tales como el ciberacoso, la suplantación de identidad, el sexting, engaño pederasta, los retos
virales, trata de personas, entre otros.
Convivir en lı́nea es una oportunidad para orientar sobre los potenciales peligros de la web.
Internet llegó para quedarse, no hay que cohibirse de su uso, al contrario; las instituciones deben
sumar esfuerzos transformadores para que la comunidad educativa aprenda a desenvolverse en la
red. La población más vulnerable son los estudiantes. Los jóvenes, en su condición generacional
de nativos digitales, pasan mucho tiempo en la web y necesitan ser orientados en la construcción
de su propia identidad digital y que aprendan a relacionarse con otros usuarios de manera
consciente.
Las herramientas web que hacen posible la identidad digital educativa, apoyan la cohesión
de la comunidad educativa y mejoran la imagen de la institución, siempre que se gestione
de manera consiente y responsable. Las personas que interactúan en los espacios virtuales,
se relacionan presencialmente en el liceo o escuela y esos lazos se potencian en lo online. Se
construye una estima real con el tiempo.
La pandemia de COVID-19 en el 2020, llevó a todos los actores educativos a gestionar
identidades digitales para sostener la formación y comunicación escolar. Independientemente
de lo ocurrido, hay que aprender a ser competentes en la sociedad digital. El confinamiento
nos puso a prueba.
Existen múltiples riesgos tanto para las instituciones como para los usuarios, al hacer uso
de la identidad digital. Apropiación de datos de los usuarios por plataformas que gestionan
los servicios web, la construcción de una mala reputación por terceras personas, ciberacoso,
engaños y situaciones peligrosas similares. Sin embargo, hay que entender que hacer vida en
la red, es una oportunidad de aprendizaje, personal y profesional dentro de la sociedad digital
(Giones y Serrat, 2010). Las instituciones educativas deben contribuir con la enseñanza de un
comportamiento en lı́nea apropiado para todos los integrantes de la comunidad educativa, en
especial de los estudiantes. Los riesgos al hacer uso de la identidad digital, no se eliminan con
prohibiciones, sino con la promoción de los usos correctos y las prevenciones pertinentes.
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