Raíces vivas: el arte de tallar un legado en el Bosque Sagrado

En El Valle, una zona rural del estado Mérida, los árboles no solo crecen: se transforman. Sus troncos, antes silenciosos, se convierten en guardianes de la memoria colectiva, esculturas vivas que resguardan figuras ancestrales, personajes históricos y deidades míticas. Allí, entre neblinas andinas y senderos, trabaja William Marcano, quien ha convertido su relación con la naturaleza en un acto de devoción. Su oficio responde a una vocación profunda, intuitiva y espiritual que encuentra en la madera una forma de comunicación con lo ancestral. Cada rincón está lleno de pureza y espiritualidad fascinante que revela luces misteriosas y figuras mágicas, ideal para meditar y experimentar su magia.

A través del Bosque Sagrado, Marcano ha dado forma a un espacio que trasciende lo estético: es una galería viva, un templo al aire libre y un manifiesto silencioso que recuerda que la cultura también crece con raíces, ramas y cortezas. “Lo que hice no fue para exhibir; fue un sentimiento espiritual. Le di vida a esos seres que están ahí en el bosque”, confiesa el artista, cuya voz se entrelaza con las siluetas que emergen de los árboles.

William Marcano, nos ha dado la oportunidad de conversar con él y conocer un poco sobre su faceta artística, a continuación, los detalles:

William Marcano nació en 1953 en Santomé, estado Anzoátegui, en pleno auge de la industria petrolera. Hijo de una enfermera y un maestro apasionado por el arte, creció en un hogar donde el dibujo, la escultura y la pintura eran herramientas cotidianas. Desde niño, tallaba madera y piedras con bisturíes descartados, herramientas improvisadas que su madre le regalaba como si intuyera el camino que su hijo seguiría. “Con eso hacía herramientas, siendo muy niño, 8 años, 9 años”, recuerda.

La formación académica formal no fue parte de su trayectoria artística; sin embargo, su padre, autodidacta como él, le mostró libros y revistas de grandes maestros como Goya y Velásquez. Así fue sembrándose la pasión por el arte, siempre desde la observación, la práctica y la intuición. “Yo creo que es más bien algo así como una vocación”, afirma, rechazando el término “escultor” y prefiriendo el de “tallista”, con la humildad de quien sabe que el arte también se aprende viviendo.

Nos cuenta que desde niño observaba a su padre trabajar pequeñas esculturas y también dedicar tiempo a la pintura. En ocasiones le pedía que le hiciera algo y los resultados le impresionaban, tanto que por imitación comenzó a tallar como su padre. Cada vez que conseguía una maderita, hacía algo para los amigos, particularmente recuerda un busto de Lenin que hizo en pino a un compañero de artes marciales, quien al encontrarse años después aun lo conservaba.

Marcano se autodefine como tallista conocedor de algunas técnicas, un artesano empírico y autodidacta. De modo ingenuo el visualiza sus obras en las materias primas y luego las talla. Ha tallado piedra, azabache y madera, generalmente bajo inspiraciones de algún personaje de la historia, la religión o la fantasía.

Como artista empírico que ha desarrollado su propio método, el proceso creativo de Marcano no inicia con herramientas, sino con la contemplación. Visualiza la figura latente en la materia prima antes de intervenirla. “Primero visualizo en el material... luego comienzo a tallar”, explica. Comienza con desbastes rústicos y progresivamente perfila los detalles, elabora un esbozo en papel que luego utiliza como guía, especialmente el rostro, donde arranca por la nariz y profundiza en los ojos. Allí suele insertar pequeños vidrios que otorgan a sus obras una mirada viva, elemento distintivo de su estilo. Con proporciones definidas pasa a tallar el cuerpo, también comenzando con trazos gruesos para luego pulir los detalles.

Su predilección por la madera no es casual. La considera noble, versátil y simbólicamente cargada. Prefiere especies como el cedro, el saki saki y el fresno, aunque también trabaja con piedra y tiene la intención de innovar con concreto. Este proceso es producto de años de experiencia y tiempo de desarrollo de una técnica que resulta en obras extraordinarias.

Recientemente, ha dedicado tiempo a desarrollar la técnica de tallado de piezas de madera viva, nos comenta que en el caso de los árboles vivos, su respeto por la naturaleza se traduce en una práctica rigurosa: solo talla durante la luna menguante, cuando la savia se encuentra en las raíces, minimizando así el impacto a la planta. Cada talla es, en sus palabras, una “meditación activa”, un acto de comunión con el entorno.

Las obras de Marcano son testimonio de su formación como historiador egresado de la Universidad de Los Andes (ULA). En ellas convergen personajes míticos de diversas culturas —como el Buda, Guaicaipuro o la India Carú— con héroes nacionales como Pedro Camejo o el Negro Felipe. Sus creaciones dan voz a lo olvidado, cuerpo a lo invisible y rostro a lo intangible. La historia, la espiritualidad indígena y la memoria popular son hilos conductores de su trabajo.

Su foco no está limitado por el pasado, también le interesa lo simbólico y lo cotidiano. “Me motiva mucho la parte ancestral… también la parte cultural, de algún personaje de la calle que yo veo”. Entre sus proyectos pendientes destaca una obra titulada Mare Mare, un compromiso personal que, según confiesa, tiene una carga espiritual y crítica que aún está por expresar.

Desde su jubilación, Marcano ha encontrado en su hogar, ubicado en los linderos de un bosque privado, el espacio ideal para dedicar tiempo pleno a la talla. Allí, nació el Bosque Sagrado, un proyecto que combina arte, espiritualidad y ecología. Cada árbol tallado guarda una historia, una entidad protectora o una figura ancestral que lo habita. Marcano no talla por encargo ni para exhibición; lo hace porque cree que los árboles “son seres de energía, muy importantes en la vida del planeta... pero ellos están como inermes, entonces uno los ve como algo que no tiene vida, que no sienten, y sí sienten”.

Ese respeto por lo vivo define no solo su técnica, sino su filosofía. La creación artística es también un ejercicio de equilibrio, introspección y búsqueda interior. “Uno tiene que saber llevar la vida sin desviarse hacia los excesos… controlar las emociones e intentar ser feliz con lo que haces, resiliencia”, reflexiona.

Como artista, William es muy sensible ante todo lo que le rodea, su entorno social, cultural y natural inciden directamente sobre su trabajo artístico. Nos comenta que su vida es muy tranquila, sus hijos ya crecieron y dejaron el nido, por lo que comparte su espacio solo con su compañera de vida, su esposa. Adicionalmente, él considera que el espacio donde vive, donde está su casa y el bosque que ha tallado, según sus palabras “es mágico” y cada talla se ha convertido en una “meditación activa” pues la tranquilidad y las energías de la naturaleza lo invaden y exaltan su proceso creativo en una compenetración que intensifica lo que siente.

A sus 71 años, William no ha perdido el impulso de crear. Sus metas a futuro incluyen continuar desarrollando el Bosque Sagrado y experimentar con nuevos materiales como el concreto armado. Más allá de la técnica, lo que persiste es su necesidad de expresión y su compromiso con la memoria. Cada escultura que nace de sus manos representa un puente entre generaciones, entre la tierra y el espíritu, entre lo visible y lo que solo puede sentirse.

Para el mediano y largo plazo, desde el punto de vista artístico, William manifiesta especial compromiso con la concreción del Bosque Sagrado como galería al aire libre, considera que aún quedan algunas tallas importantes de hacer y que sin ellas no puede cerrar ese ciclo. Adicionalmente, está madurando su idea de tallar el Mare, Mare, que considera un compromiso de convicción. Por otro lado, se está planteando variar el uso de materiales que exijan nuevas técnicas. Su consejo para los nuevos tallistas resume su experiencia vital: “Que haga las cosas, que se atreva, que intente plasmar lo que siente y que no le dé pena preguntar... que no sienta temor”. Es una invitación a vivir el arte como acto de honestidad, de conexión con lo propio y de apertura hacia los demás.

El arte de William Marcano no busca reconocimiento ni aclamación. Su objetivo es más profundo: despertar una conciencia sensible hacia la naturaleza y lo ancestral, crear una identidad simbólica en los árboles y dejar que ellos también “se muestren”. En un mundo donde lo efímero predomina, sus tallas resisten como archivos vivientes de la memoria espiritual de los pueblos.

Como comentario final, William nos expresa que su experiencia más reciente, el Bosque Sagrado, se inició como una expresión espiritual, la intención era crear en los árboles una identidad, para que ellos también se muestren, porque considera a los árboles como seres de energía, son seres vivos, seres muy importantes en la vida del planeta y por ende muy importantes en la vida nuestra, pero piensa que ellos están inermes, por lo que son percibidos casi como inertes, como si no sintieran, pero si sienten.

En sus propias palabras:

“... lo que quiero expresar es que cuando yo hice el Bosque Sagrado, lo hice con esa esencia muy espiritual y tratando de que ellos tengan esa posibilidad de mostrarse. Yo cuando estoy en el bosque y veo las cosas que hice, pues siento la energía de todos esos seres que están ahí. Yo no sé si la gente me entiende, pero yo lo siento así. Y entonces es algo más que artístico, por eso le digo a la gente cuando me visitan, hice lo que van a ver, no como algo para la exhibición, como algo artístico, esto fue un sentimiento espiritual, lo que hice fue darle vida a esos seres que están ahí en el bosque.”

La talla le ha permitido expresarse y de esa manera le ha dado grandes satisfacciones, pero al mismo tiempo le ha trazado un camino hacia lo espiritual que le ha acercado al padre creador. Cada talla ha significado una meditación activa que le ha abierto las puertas a un mundo en su búsqueda espiritual, algo que todo ser humano debería perseguir.

Así, en cada figura tallada, en cada rostro oculto entre las hojas, resuena una historia que no se olvida. Porque cuando un árbol habla con la voz de los ancestros, solo queda detenerse, escuchar… y sentir.

William Marcano nació en 1953 en Santomé, estado Anzoátegui. Es Licenciado en Historia por la Universidad de Los Andes (ULA) y trabajó durante varios años en Petróleos de Venezuela (PDVSA) en el área de Logística. Actualmente reside en El Valle, Mérida, donde ha creado el Bosque Sagrado, un espacio en el que conjuga arte, naturaleza y espiritualidad a través de esculturas en árboles vivos. Su obra se caracteriza por integrar elementos históricos, culturales y místicos con técnicas propias desarrolladas a lo largo de décadas de práctica autodidacta.