Un refugio para los colibrís en la Casa del Ángel del Sol de Mérida

Un refugio para los colibrís en la Casa del Ángel del Sol de Mérida


Entrevista a: Javier García

Biólogo – Equipo fundador de la Casa del Ángel del Sol de Mérida

Por: María Eugenia Acosta


En el corazón de los Andes venezolanos, específicamente en la comunidad Monterrey Alto del sector El Valle, donde la neblina abraza la montaña y el aire vibra con el batir de diminutas alas, se encuentra un refugio único: la Casa del Ángel del Sol de Mérida. Este espacio, nacido del amor por la biodiversidad y la necesidad de conservarla, se ha convertido en un lugar donde la ciencia, el ecoturismo y la cultura se entrelazan para resguardar en sus predios un valioso patrimonio biológico representado en su flora y fauna. Se trata de una pequeña estación natural que abarca tres hectáreas de selva andina nublada, un tesoro que ha permanecido intacto con el paso de los años y que sirve para estudiar y dar a conocer los colibrís.


Figura 1. Casa del Ángel del Sol
Fuente: Gabriel Martínez (2025)


Con su brillo iridiscente y asombrosa agilidad, los colibrís constituyen una de las maravillas naturales exclusivas del continente americano. Se estima la existencia de alrededor de 369 especies, siendo Venezuela un verdadero santuario para ellas: ocupan el cuarto lugar a nivel mundial en diversidad, con 105 especies registradas. De esta cifra, 7 son endémicas del país, y 4 de ellas están presentes en Mérida. Resulta aún más sorprendente que la región andina, la cual apenas representa el 4 % del territorio nacional, alberga 54 de las 105 especies presentes en Venezuela, realzando la extraordinaria riqueza biológica de esta zona.


Figura 2. Riqueza de especies de colibrís presentes en la Casa Ángel del Sol
Fuente: Gabriel Martínez (2025)


Sus características físicas están perfectamente adaptadas a su estilo de vida. Con un peso que varía entre 2 y 20 gramos, estas diminutas aves poseen picos largos y delgados, que pueden ser rectos o curvos, ideales para extraer néctar. Sus plumajes son una exhibición de colores, que cambian según el ángulo de la luz. Los machos utilizan estas deslumbrantes exhibiciones para atraer a las hembras, a menudo compitiendo en zonas de apareamiento o defendiendo fuentes de néctar. Su ritmo de vida es tan acelerado que tienen adaptaciones increíbles. Al quemar energía a una velocidad vertiginosa durante el día, la mayoría de las especies entran en un estado de letargo cada noche. Esta hibernación diaria conocida como torpor, les permite conservar energía y sobrevivir hasta el amanecer. A pesar de su tamaño, su extrema maniobrabilidad los hace audaces para acercarse sin miedo a las fuentes de alimento.


Figura 3. Ejemplar de un colibrí Orejivioleta Verde (Colibri cyanotus)
Fuente: Gabriel Martínez (2025)


La transformación de este lugar en un refugio para los colibrís fue obra de los ecólogos Michelle Ataroff, Pascual Soriano y Javier García. Esta iniciativa fue creada como un modelo conservacionista que comenzó cuando Ataroff y Soriano instalaron bebederos artificiales en su jardín, llenándolos con una solución azucarada para complementar la escasa oferta de néctar floral para estas aves. Esta acción tuvo un impacto significativo en la dinámica del ecosistema al reducir la competencia natural por el alimento, los bebederos se convirtieron en una fuente de sustento estable, esto indujo al aumento de la población de colibrís.

Así, lo que alguna vez fue un hogar particular se convirtió en un próspero “refugio de colibrís” y en consecuencia, en un destino ideal para la observación de aves. A continuación, se muestra la historia, desarrollo y proyección de la Casa del Ángel del Sol, mostrando cómo un esfuerzo sostenido en conservación y educación ambiental puede fortalecer la identidad cultural y el patrimonio natural de la región andina.


Figura 4. Ángel del Sol de Mérida (Heliangelus spencei)
Fuente: @casa_del_colibri_angel_del_sol (2025)



Origen y evolución de la Casa del Colibrí Ángel del Sol de Mérida

Lo que inició como un registro fotográfico de colibrís pronto se transformó en un ecosistema dinámico. Javier García, biólogo de la Universidad de Los Andes y uno de los pilares del proyecto, recuerda: “Una cosa llevó a la otra y esa decisión es la que nos ha permitido estar, casi nueve años después, acá”.

La iniciativa surge en 2016, cuando Michelle Ataroff y Pascual Soriano abren su hogar al público con el objetivo de cubrir los costos de mantener a estas aves mediante visitas guiadas. Javier García comenta: “Se nos ocurrió abrir ese espacio e incluir una charla similar a una clase, dirigida al público en general y de esa manera intentar explorar la posibilidad de que las personas que nos visitaran contribuyeran monetariamente para cubrir los requerimientos básicos de los animalitos”.

Inicialmente concebido como un jardín contemplativo, el espacio evolucionó hasta convertirse hoy en una estación ecológica acondicionada con cámaras para el registro de aves, permitiendo la observación detallada de colibrís endémicos como el Ángel del Sol de Mérida (Heliangelus spencei) y el Colibrí Inca Dorado (Coeligena eos). De hecho, el nombre del proyecto rinde homenaje al colibrí Ángel del Sol de Mérida “en realidad, esa es su casa y la bautizamos en honor a ellos” subraya Javier García. Este gesto no solo reconoce la belleza del colibrí, sino también su fragilidad frente al cambio climático y la transformación de los ecosistemas.


Figura 5. Bebederos artificiales para alimentación de colibrís
Fuente: Gabriel Martínez (2025)


La incorporación de bebederos artificiales permitió a los colibrís reproducirse de forma sostenida, reduciendo la competencia por néctar natural y aumentando la densidad poblacional de estas especies vulnerables. Según Javier García, “este emprendimiento ecoturístico es una suerte de estación biológica en donde la gente tiene la oportunidad de conocer a los colibrís y recibir información curada y de calidad sobre estas aves para luego alimentarlas usando bebederos manuales que permiten tener un contacto directo con ellos”.

En la actualidad, la Casa ofrece cuatro actividades principales: la visita y alimentación de colibrís, un sendero de interpretación por la selva nublada, una tirolina para observar el ecosistema desde las alturas y programas educativos para escuelas y universidades. Cada experiencia combina ciencia, recreación y conciencia ambiental.

Para Javier García, la meta es clara: “Uno de los objetivos más importantes de la Casa del Ángel del Sol es concientizar a la colectividad merideña y del país en torno al patrimonio biológico que tenemos, difundir información acerca de la ciencia ambiental, que sensibilice a la gente y la haga entender que somos dueños de un patrimonio privilegiado de plantas y animales que son nuestros, que, por tanto, debemos conservar”.

El impacto comunitario se refleja también en iniciativas como el Festival del Colibrí, realizado en alianza con AveZona, que reúne actividades científicas, artísticas y educativas. En palabras de Javier García, este tipo de eventos demuestran que “la gente sí quiere recibir conocimiento, la gente sí quiere ir a espacios naturales en donde se les acompaña dándole información de calidad”.



La práctica del anillamiento y la investigación científica

La Casa Ángel del Sol no solo es un espacio de encuentro cultural y turístico, también constituye un centro de investigación científica. Desde sus inicios, tenían claro que la conservación debía ir acompañada de procesos rigurosos de observación y registro, uno de sus pilares es el monitoreo poblacional mediante el anillamiento, desarrollado en colaboración con la organización AveZona. Al respecto, Javier García enfatiza que el proyecto ha permitido llenar vacíos en la literatura científica sobre colibrís, destacando que “El anillamiento es fundamental porque nos permite identificar a cada individuo, saber cuánto tiempo permanece en un área y cómo se comporta en diferentes temporadas”.


Figura 6. Proceso de anillamiento de colibrís
Fuente: Gabriel Martínez (2025)


Las técnicas de anillamiento que se aplican en el lugar siguen protocolos internacionales. Para lograrlo, se utilizan redes de niebla, herramientas especializadas y un minucioso trabajo de campo que requiere paciencia y precisión. Javier García detalla: “se capturan animales y se les coloca un anillo de aluminio muy liviano, diseñado especialmente para marcar colibrís, en eventos sucesivos de muestreo es posible seguir a los animales para evaluar el tamaño de sus poblaciones, su longevidad y levantar información de historia natural que permita el desarrollo de planes de conservación”.

Este método ha permitido registrar patrones de conducta, incrementos poblacionales significativos, periodos de anidación, fidelidad de los colibrís a determinados territorios y estudiar la dinámica estacional, ampliando el conocimiento sobre la especie. “Con cada dato que obtenemos vamos entendiendo mejor cómo se relaciona el Ángel del Sol con su ecosistema y cómo se adapta a los cambios del clima”, señala Javier García.

Estos hallazgos representan una contribución valiosa a la ornitología venezolana. El proyecto ha compartido información con investigadores nacionales e internacionales, fortaleciendo la base científica sobre una especie endémica y vulnerable. Para Javier García, la importancia de este esfuerzo trasciende lo académico: “cuando mostramos los resultados a la comunidad, la gente se da cuenta de que no es solo un pajarito bonito, sino parte de nuestra riqueza natural, un patrimonio vivo que debemos cuidar”, requieren atención y protección colectiva.

Además, el proyecto ha permitido fortalecer la identidad local al conectar a la comunidad con su biodiversidad, generando conciencia sobre la fragilidad de los ecosistemas andinos y la necesidad de su preservación.


Figura 7. Alimentación de colibrís
Fuente: Gabriel Martínez (2025)



Experiencias para los visitantes de la Casa Ángel del Sol

La Casa Ángel del Sol se ha consolidado como un espacio donde el visitante tiene la oportunidad de observar, participar y aprender. Javier García lo resume de manera clara: “Aquí la gente no viene solamente a ver un colibrí, sino a vivir una experiencia completa, que combina naturaleza, cultura y conocimiento”.


Figura 8. Caminata a lo largo del sendero de interpretación en la Selva nublada
Fuente: @casa_del_colibri_angel_del_sol (2025)


La observación del colibrí Ángel del Sol es, por supuesto, el principal atractivo de la experiencia. Sin embargo, lo que hace la diferencia es el modo en que integra esa vivencia con una narrativa más amplia sobre identidad y pertenencia. La experiencia incluye una charla y dinámicas interactivas. Javier García insiste: “Diseñamos una charla interactiva con elementos curados por científicos, dirigida al público en general y luego de esa charla pasamos a un sector de la terraza en donde la gente tiene la oportunidad de alimentarlos usando unos bebederos manuales. Nosotros creemos que esa actividad es verdaderamente terapéutica porque te conecta con animales que son muy difíciles de ver e increíblemente hermosos”.

También, quienes se acercan al lugar tienen la posibilidad de recorrer un sendero guiado a través de la selva nublada, diseñado para mostrar su riqueza y biodiversidad, puesto que esa es la verdadera casa de los colibrís. Durante estas caminatas, los visitantes aprenden a identificar plantas, flores y otros elementos del ecosistema que sostienen la vida del Ángel del Sol. Javier García sostiene: “Armamos un sendero guiado, enfocándonos en plantas, sobre todo plantas, que son fundamentales para entender un poco esa dinámica ambiental de ese ecosistema, y la gente recorre con nosotros, nuevamente acompañados a través de una clase”.

Además, la experiencia se complementa con una actividad de aventura, como la tirolesa “el vuelo del colibrí”, una propuesta innovadora del lugar. Para Javier García, esta iniciativa tiene un sentido especial: “...está a 15 metros de altura con respecto al suelo y complementa perfectamente las otras actividades, para ser disfrutada por niños y adultos. Tenemos el récord de niñitos de 4 años hasta adultos mayores de 89 años, que se han lanzado... y han completado todo el circuito, que creemos que es perfecto. Para, digamos, hacerlo como holístico” recalca. Esta actividad hace que los visitantes vivan la adrenalina en un ambiente natural, al mismo tiempo que reflexionan sobre la importancia de conservarlo.


Figura 9. Actividades educativas para niños
Fuente: @casa_del_colibri_angel_del_sol (2025)


El enfoque del proyecto busca diferenciarse de un turismo extractivo o pasajero. Se trata de promover un modelo de bajo impacto ambiental y alta participación social.



Proyecto educativo y de sensibilización comunitaria

Uno de los propósitos de la Casa Ángel del Sol es educar, de allí nace el programa Mi Escuela Va, orientado a la sensibilización ambiental de estudiantes de distintas edades, desde maternal hasta universitarios, mediante talleres, charlas y actividades artísticas que combinan ciencia y creatividad, conectándose directamente con el ecosistema, para despertar la conciencia de las nuevas generaciones y de la comunidad en general. Javier García precisa “ofrecemos una actividad similar a la de alimentación y visita de los colibrís, pero con un discurso adaptado a la edad y lo acompañamos con algún tipo de actividad que conecte con el grado en el que se encuentren los estudiantes”.


Figura 10. Javier García explicando anillamiento a los estudiantes universitarios
Fuente: Gabriel Martínez (2025)


Uno de los pilares más sólidos de esta iniciativa ha sido el trabajo con las escuelas, así, cada recorrido se convierte en una experiencia integral de aprendizaje “si son niños de primaria, tenemos un pool de fichas de colibrís para colorear que ha creado Esteban Márquez, quien es el director ejecutivo de Avezona. Él, además de estar a cargo de esa organización, es ilustrador y ha generado programas o proyectos de divulgación que tienen que ver con las aves” declara Javier García.

Con respecto a los estudiantes universitarios “hemos creado espacios para desarrollar dibujos científicos, para inclusive desarrollar proyectos de señalética o de diseño gráfico que tengan que ver con el espacio como proyectos auxiliares de sus asignaturas en la Facultad de Artes. También hemos recibido estudiantes de Diseño Industrial y de la Facultad de Ciencias fundamentalmente de Biología puesto que muchos cursos tienen su trabajo de campo en la Casa del Ángel del Sol. Eso genera un efecto multiplicador”, señala Javier convencido del poder transformador de esta experiencia.

La sensibilización, además, no se limita a la comunidad cercana. Visitantes de diferentes regiones y países participan en las actividades educativas, lo que amplía el alcance del mensaje y convierte a la Casa Ángel del Sol en un referente de intercambio cultural y científico. En palabras de Javier García: “acompañamos a escuelas de Mérida, pero inclusive hemos tenido la visita de escuelas del Sur del Lago, del Zulia, y recientemente tuvimos un acercamiento a una escuela de Margarita, todo online con ellos, pero resultó supremamente bonito”. Este enfoque educativo, profundamente arraigado en la identidad local, ha permitido que la Casa del Ángel del Sol se transforme en un espacio de encuentro, para construir un futuro sustentable.



El Festival del Colibrí: una celebración de identidad y comunidad

Entre las actividades más significativas que impulsa la Casa Ángel del Sol destaca el Festival del Colibrí, el cual nace en el 2024, en una alianza entre la Casa del Ángel del Sol y AveZona. Este festival tiene por objetivo promover la conservación de los colibrís y sus hábitats, a través de diversas actividades, educativas y artísticas, un evento cultural y comunitario que trasciende lo turístico para convertirse en un verdadero acto de identidad. Javier García menciona “hemos visto como mucha gente, no solo de la comunidad de El Valle sino también del estado Mérida, han estado prestos a acompañarnos y a ver a la Casa del Ángel del Sol desde otra óptica porque esos eventos tienen un corte educativo mucho más importante, más formal si se quiere, puesto que se diseñan actividades dirigidas específicamente para niños y jóvenes en donde se les enseñan cosas vinculadas a la diversidad del estado Mérida”.


Figura 11. II Festival del Colibrí
Fuente: @casa_del_colibri_angel_del_sol (2025)


El festival reúne a pobladores locales, investigadores, estudiantes y visitantes en torno a una agenda diversa que combina educación, arte y tradición. Se realizan charlas sobre conservación, caminatas guiadas y actividades educativas para niños y jóvenes. Javier García enfatiza: “el Festival tiene como sede principal la Casa del Ángel del Sol. Paralelamente, se realiza en otros estados del país como Portuguesa, Lara, Yaracuy y Falcón. Además de la versión presencial, realizamos actividades virtuales, como charlas, publicaciones en las redes sociales y una sección en la página web de AveZona”.

El impacto del Festival del Colibrí va más allá de los días de su realización. Se trata de un proceso continuo que fortalece los lazos comunitarios y posiciona al Ángel del Sol como símbolo cultural de Mérida. Para Javier García, el valor más importante está en la apropiación colectiva: “cuando la gente celebra al colibrí, lo está reconociendo como parte de sí misma, como un emblema de estas montañas. Eso garantiza que lo cuiden y lo defiendan en el futuro”.

De esta manera, el Festival del Colibrí no solo promueve la conservación ambiental, sino que también reafirma la identidad andina, integrando la biodiversidad con los saberes de las comunidades y proyectando a la Casa Ángel del Sol como un espacio de encuentro intercultural.



Retos, perspectivas y contribución a la cultura e identidad

El camino recorrido por la Casa Ángel del Sol ha estado lleno de aprendizajes, pero también de grandes desafíos. Javier García reconoce que mantener un proyecto de esta magnitud no es sencillo: “El mayor reto es sostenerlo en el tiempo, porque la conservación necesita recursos y mucha constancia. No basta con que nos visiten, hay que seguir investigando, educando y motivando a la comunidad”.


Figura 12. Disfrute de la experiencia con colibri
Fuente: Gabriel Martínez (2025)


Uno de los principales obstáculos ha sido la falta de apoyo institucional estable, lo que obliga a buscar alternativas de autogestión y colaboración “nos gustaría un poco más de apoyo de los entes gubernamentales, creemos que podemos hacer alianzas interesantes con ellos para crecer en torno a lo que hemos dejado un poco de lado, que es lo que tiene que ver con docencia e investigación” asegura García.

No obstante, García no lo ve como una limitación, sino como una oportunidad para fortalecer la independencia y la creatividad del proyecto “sentimos mucha receptividad, creemos que a la gente le gusta mucho nuestra iniciativa y eso se debe a que lo hacemos de corazón, nos entregamos para que esa experiencia sea un espacio de calidad”, afirma con convicción.

A futuro, la Casa Ángel del Sol se proyecta como un espacio de mayor alcance científico, educativo y cultural. García plantea: “nosotros esperamos crecer y formar o formalizar una fundación que asegure la continuidad del proyecto que nos permita la captación de recursos para el desarrollo de proyectos de investigación que necesitan una subvención un poco más importante. Por ejemplo, queremos responder algunas preguntas que tienen que ver con los cambios estacionales de algunas especies de colibrís del lugar. Queremos dirigir tesis en el lugar y para ello necesitamos un fondo destinado únicamente a eso”. Este enfoque garantiza que, incluso más allá de la permanencia de sus fundadores, el conocimiento generado y las prácticas de conservación perduren, fortaleciendo el legado ambiental y educativo de la región.

Al margen de los retos, Javier García destaca el aporte del proyecto. “Yo quiero que se vuelva una estación biológica. Yo quiero que se vuelva un referente en América para quienes estudian colibrís, que tengan la oportunidad de estar en nuestros espacios y contribuir con nosotros al avance del conocimiento. Porque sí, en ese lugar hay un montón de colibrís, pero hay un montón de aves, hay un montón de mamíferos, hay un montón de anfibios, hay un montón de reptiles y un montón de plantas también, de muchos tipos”. Estas metas están vinculadas al sueño de garantizar que la especie siga siendo parte del patrimonio natural de Mérida por generaciones.

El impacto del proyecto trasciende el ámbito local. Visitantes de distintas regiones del país e incluso del extranjero han encontrado en la Casa Ángel del Sol un lugar para reflexionar sobre la relación entre seres humanos y naturaleza. Javier García insiste: “Aquí entendemos que no estamos separados del ecosistema, somos parte de él, y cuidarlo es también cuidarnos a nosotros mismos”.


Figura 13. Fotógrafa de Aves en la Casa Ángel del Sol
Fuente: @casa_del_colibri_angel_del_sol (2025)


En este sentido, la Casa no solo contribuye a la conservación de una especie endémica, sino también a la construcción de una narrativa cultural que enraíza a la comunidad en su territorio. El Ángel del Sol se convierte así en un símbolo de resistencia, orgullo y continuidad. Como resume García: “Para Pascual, Michelle y mi persona, este trabajo ha sido verdaderamente gratificante. Nos ha hecho conectar, nos ha hecho crecer. Si bien fue muy difícil al inicio, hoy en día nos sentimos increíblemente satisfechos del equipo que hemos consolidado, porque en la casa del Ángel del Sol no solamente estamos los tres, hay un grupo de biólogos, hay un grupo de personas de la comunidad quienes trabajan con nosotros y que de verdad hacen la diferencia. Porque hemos engranado de una forma tan bonita que yo pienso que eso se nota. Todos nos esmeramos en atender a las personas con mucho cariño, para que se lleven en el corazón una experiencia gratificante y en el cerebro también conocimiento de calidad”.



Un legado que late con las alas del Colibrí

La Casa del Ángel del Sol es mucho más que un lugar para observar aves; es un símbolo de resistencia, amor por la naturaleza y compromiso con la identidad cultural andina. Su historia demuestra que la preservación de especies endémicas no solo depende de la investigación científica, sino también de la participación activa de la comunidad y de la transmisión de conocimiento.

Desde el batir de las alas de un colibrí hasta la sonrisa de un niño que lo alimenta por primera vez, cada experiencia refuerza la certeza de que conservar es también un acto de pertenencia. A través de este proyecto, la biodiversidad andina se convierte en un símbolo de identidad cultural y patrimonio vivo, consolidando la relevancia de la conservación ambiental como un legado para las futuras generaciones.



Biografía

Javier García es biólogo, egresado de la Universidad de Los Andes, profesor del Departamento de Biología y adscrito al Laboratorio de Ecología Animal. Sus líneas de investigación incluyen la ecología poblacional de especies endémicas, con experiencia en salamandras, mariposas del páramo y colibrís. Pertenece al equipo fundador de la Casa del Colibrí Ángel del Sol, desde donde desarrolla proyectos de conservación, educación ambiental y ecoturismo sostenible.

Correo electrónico: casangelca@gmail.com

Instagram: @casa_del_colibri_angel_del_sol